Por: elías AGUILAR
¿Qué no tenía un subordinado Felipe
Calderón Hinojosa, que le dijera que es obligación de un Presidente de la República
servir al pueblo de México?
Que no tenía por qué pegar manotazos
al aire, ejecutar dos o tres “manchicuepas” y pegar brincos con giros mortales,
como grotesco chapulín o futbolista cuando anotaba un tanto, y él se dejaba
seducir, los imitaba y gritaba “¡Goool!”, al haber construido un puente, un
hospital o una carretera, que eran la obligación de sus cotidianas tareas.
Obviamente, sólo tenía empleados de
primer nivel que le respondían cuando deseaba saber la hora: “¿Qué horas son? Las
que usted ordene, Señor Presidente”.
Y no gastarse millonadas de pesos en
la elaboración de comerciales, donde aparece el pueblo de México dándole las
gracias, por su “sacrificio” de seis largos años de ser el inquilino principal
en Los Pinos.
Los emperadores romanos tenían a un
ayudante culto y con criterio rebosante, exclusivamente para que le dieran un
tirón al faldón del César apoltronado en turno, cuando se permitían levitar
ante las adulaciones de sus vasallos, o cuando cometían un dislate.
Ni hablar, siempre lo dejaron solo
los seis años en que se “ganó” la chamba de presidente. No hubo nadie jamás que
le dijera que no se prestara a hacer infames ridículos, como cantar augustas
canciones de José Alfredo Jiménez, en su mohosa voz que la cree de jilguero; o
de lanzarse en tirolesa como chamaco travieso y feliz con sonrisota de oreja a
oreja, entre titipuchal de ejemplos cotidianos.
Se imagina usted, amable lector, con
todo respeto y para no ir muy lejos, a don Adolfo Ruiz Cortines o a Luis
Echeverría Álvarez, disputándose un triciclo o un columpio, sólo porque La
Patria… La Patria es lo de menos. Bueno, Calderón, no sabe, no supo jamás, de
tales responsabilidades de la Patria y del significado de nuestro pueblo y sus
próceres. En verdad.
Y no se trata de manifestar
airadamente si se está de acuerdo o no con los permanentes desatinos cometidos
por el P.A.N. o por el P.R.I., y hay que registrar que Enrique Peña Nieto, el
P.R.I. y el P.A.N. no son, absolutamente, de nuestras simpatías, pero hoy, uno
de diciembre de 2012, nos hicieron recordar un evento de fotógrafos
profesionales de la Ciudad de México, en que invitaron como presidente
honorario a Carlos Amador, y éste le pidió a su hijo se trepara al escenario a
cantar con su voz chiquita y medio afinada, como si se hubiera tratado de
ponerlo en ridículo a propósito, porque inmediatamente después se subió a
cantar Flavio Becerra, voz de ópera, potente y educada, y ¡pum! “desapareció”
de un solo gorgorito en si bemol al aprendiz de cantor.
Lo mismo sucedió hoy durante la toma de
posesión de la Presidencia de la Republica. Sólo bastó que abriera la boca Peña
Nieto para decir sus primeras palabras al pueblo de México, y “sepultó 7 u 8
metros bajo tierra” a Felipe de Jesús Calderón Hinojosa. Hay que reconocerlo.
Y ahora ¿quién va a aguantar a los
priistas con el egregio apoyo de Rosario Robles y del doctor Mondragón y Kalbh,
provenientes de gobiernos genuinamente democráticos del Distrito Federal. Y de
todas las promesas ofrecidas al pueblo de México por el nuevo Presidente de la
República?
¿Los vio usted?: En primerísimo lugar
de invitados especiales, Ricardo Benjamín Salinas Pliego y Emilio Azcárraga
Jean. Y cómo no, si, entre Televisa y Televisión Azteca, se juraron amor eterno
con el P.R.I. y con el P.A.N. No importando que Felipe Calderón y Vicente Fox “hayan
fenecido infaustamente”. ¡Faltaba más!
Lo que debemos admitir también, lo
reconozcan o no, les guste o no, a los del partido tricolor, es que los
políticos de su partido se han visto obligados a cumplirle programas de genuino
contenido social a los mexicanos, a partir de que el licenciado Andrés Manuel
López Obrador lo ha hecho, o ha manifestado qué y cómo hacerlo… Bueno, cuando
menos.
Que disfrute usted de un
satisfactorio sexenio, como se ha comprometido Peña Nieto. Y que la paz, la
prosperidad y la tranquilidad sean con ustedes. Esperemos. Por el bienestar de
nuestro magullado México.