martes, 10 de mayo de 2011

EL AJEDREZ



Por: elías AGUILAR


Decía el lexicógrafo francés Pierre Larousse que Palamedes, rey de Eubea, isla del mar Egeo, era probablemente quien ideara el ajedrez para que sus muchachitos no se aburrieran mucho en las treguas de reposo, durante la beligerancia de 10 años en el sitio a Troya.
Además para mentes poco diestras en el pensamiento y en el juicio severo, el comandante griego (hace 3,000 años, ya) les inventó los dados y el dinero…aparentemente.
Otros le atribuyen el juego de inteligencia a los chinos o a los persas, y más concretamente a los iraquíes que es más creíble por el desarrollo anecdótico que no menciona a ningún soberano protagonista de ningún hallazgo mental de tal trascendencia, y que sería contradictorio al primer caso, además que ya era muy conocido el juego para mentes superiores entre los árabes y particularmente como se narra en seguida.
Cuentan que hace muchos, muchos años, un rey de los sasánidas en Bagdad, ordenó llevar de inmediato ante su presencia al inventor del juego de profundas reflexiones para dos antagonistas y que tanto le había impactado.
Una vez delante de él, el monarca le confió a su súbdito sobresaliente: ¿Qué quieres? ¿Qué deseas? Pide todo lo que gustes que yo te lo concederé.
“Tu juego me tiene loco de contento por su ingenio, así es que te quiero premiar con lo que quieras”.
El subordinado se quedó pensando. Pero por más que analizaba lo que se le ocurría no terminaba por decidirse. Hasta que finalmente suplicó: “Su Majestad, tenga a bien permitirme la respuesta para mañana, en la mañana”.
Y el rey magnánimamente le concedió el deseo.
Al día siguiente muy temprano, el monarca, lleno de curiosidad, hizo llevar al campesino de gran inteligencia al enorme salón-comedor de su palacio para conocer la respuesta.
-Con todo respeto y para continuar con el juego del ajedrez –le dijo el humilde iraquí-, quiero pedirle me dé un grano de trigo para el primer escaque del tablero, 2 granos en la segunda casilla, 4 en la tercera, 8 en la cuarta, 16 en la quinta…y así, siempre doblando las cantidades hasta dar el total de nuestros 64 espacios de la tabla escaqueada…
-¡Estás rematadamente demente! –lo interrumpió el soberano- ¡Pide algo verdaderamente importante! ¡Te estoy ofreciendo cualquier cosa que desees…y tú me sales con esta tontería! Yo creí que eras realmente inteligente…
Este es el verdadero y real meollo de la historia. Usted amigo lector que no es aficionado al juego del ajedrez y que no había leído la anécdota de marras… ¿Cree que la decisión de nuestro amigo inventor fue una tontería? ¿Qué tan modesta fue su petición? Y como dicen ahora los chamacos: Sí sabes contar… ¡pues no cuentes conmigo!
Gracias por sus comentaros.