lunes, 10 de diciembre de 2007

DIEGO RIVERA

(Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez)



POR: elías AGUILAR

Permítaseme la remembranza de la anécdota de mi padre, señor Jesús López Aguado y López Aguado, cuando, imberbe todavía, estudiaba pintura con su maestro Germán Gedovius en la escuela de San Carlos:

El insigne mentor solía referirse a Diego Rivera como “un pésimo pintor de brocha gorda de fachadas, que se hacía de fama gracias a su mitomanía, a sus horripilantes monotes y a su desprecio a la verdadera escuela de artes plásticas del clasicismo y el renacimiento, acentuado por el fanatismo ateo y repulsión comunista a la genuina democracia de los pueblos estadounidense y europeos pensantes, en franco desarrollo intelectual, económico y social de las décadas de 1920, 1930 y 1940”.

"Meditación de artista"
Autor: Enrique Segarra López. 1945, estudio de Diego en San Ángel

Eso decía don Germán y mi ingenuo padre le creía “a pié juntillas”. Le creía al maestro impactado por su manifiesta destreza con el lápiz y el pincel.

Pero ¡guay! del evidente limitado conocimiento de la historia del arte del maestro Gedovius, particularmente de la trayectoria artística del “Obrero del Pincel”, como se autonombraba el maestro de genio universal Diego Rivera, quien, por supuesto, transitó por la escuela del clasicismo y el renacimiento espléndido de caballete en su “época azul”. Y que de no haber ido a perfeccionar su propio estilo a París, junto con Pablo Picasso, por ejemplo, con quien incursiona en el expresionismo y el cubismo que consagran al genio malagueño, y si Diego Rivera no plasma “sus monotes” con los trascendentales temas de la vida, la historia y los problemas sociales de México, fundamentalmente en los murales de la Secretaría de Educación Pública, de la Escuela de Agricultura de Chapingo y del Palacio Nacional, entre otros múltiples escenarios artísticos, pues, sencillamente, Diego Rivera se hubiera quedado en el pequeñísimo mismo nivel del maestro Germán Gedovius.

¿Ateo?. Sí. Así nació. Baste remitirnos a la anécdota de una de sus tías, quien a las siete de la mañana llevaba al pequeño Diego (de 5 años) al templo de San Diego (eventualidad de tocayo, pero de ninguna manera “santo de su devoción”) para que le pidiera a Dios por el bienestar de su padre que andaba, por aquellos días, lejos de la ciudad de Guanajuato:

- ¿Y, dónde está Dios, tía?

- El Señor está frente a ti crucificado en la cruz…

- Y ¿a poco ese mono de palo tiene oídos como nosotros y me va a oír?

- ¡ No seas irreverente, niño! Es una figura de madera que representa al Señor… y sí te oye.

- A ver. Dile que me salude con su mano derecha, y que venga a platicar con nosotros.

- Eres, Diego, el mismísimo demonio. ¡Vámonos de inmediato a casa, porque nos vamos a condenar!

¿Comunista? Desde luego también lo fue desde siempre, porque no es obligado leerse el mamotreto de “El Capital”, ni todas las obras de Marx, Engels o Lenin, para ser gente bien nacida, gente de bien, que amen y respeten a los obreros, a los campesinos y a sus congéneres de cualquier latitud; a los animalitos de todas las especies; las plantas y al planeta todo…y, desde luego, manejar el mas elemental sentido común (aunque lamentablemente tenía razón don Miguel de Unamuno cuando afirmaba que “El menos común de los sentidos es el sentido común”) para colegir que los manipuladores de la información en el mundo, es la gente dueña del poder económico propietarios de los medios de comunicación masiva, a quienes les conviene que sus televidentes, radioescuchas y lectores estén convencidos que la burguesía, el imperialismo yanqui y mundial, y a las instituciones religiosas son a quienes les asiste la razón, a base de las mentiras, mitologías y tergiversaciones de la realidad.

¿Artista? Fue, Diego, dotado de incuestionable talento natural desde que a los cinco años bosquejaba sus vías y su ferrocarril con la firmeza genial del trazo, con el que usted puede regodearse en el Anahuacali que, generosamente, obsequiara al pueblo de México y a todos los habitantes de nuestra preciosa Canica Azul, susceptibles de estrujarse ante la maestría del pincel del enorme genio universal Diego Rivera.


Así es que don Germán Gedovius aunque usted, con todo respeto, ya no exista y aunque la gente siga escandalizándose con los términos de “ateísmo” y “comunismo”, sin conocer su significado exacto y por leer el “Noverdades”, el “Herrado de México” y los “Asoleados de México”, lo mismo que ver noticiarios en “Tele risa” y “T.V. Azteca”; igual que andarle haciendo caso a Vicente Fox en sus recomendaciones de que”si quieres ser feliz…pues no leas”, Diego vive y seguirá existiendo, muy a su pesar maestro Gedovius, en la historia universal de las artes plásticas.